Canto de entrada
El canto de entrada comienza cuando el sacerdote (con el diácono y los monaguillos) hace su entrada en el templo o en el recinto en el que se vaya a celebrar la Eucaristía. Este canto tiene como objetivo abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido e introducirles en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión del sacerdote y los ministros. El canto de entrada lo entona la schola y el pueblo, o un cantor y el pueblo, o todo el pueblo, o solamente la schola. Pueden emplearse para este canto o la antífona con su salmo, como se encuentran en el Gradual romano o en el Gradual simple, u otro canto acomodado a la acción sagrada o a la índole del día o del tiempo litúrgico, con un texto aprobado por la Conferencia de los Obispos. Si no hay canto de entrada, los fieles o algunos de ellos o un lector recitarán la antífona que aparece en el misal. Si esto no es posible, la recitará al menos el mismo sacerdote, quien también puede adaptarla a modo de monición inicial.
En algunos casos (principalmente procesiones en honor del santo patrón del país), el canto de entrada suele suprimirse por el himno nacional y en otros casos va casi ligado al canto de entrada de la misma eucaristía. Este rito se suprime en la vigilia pascual y Viernes Santo, siendo la Liturgia de la Cruz, las que se efectúan solo algunas partes de la misa.
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